Comentario
La Segunda Guerra Mundial tuvo en Asia Oriental caracteres y evolución propios, y duró más que el conflicto europeo. Se originó en la disputa histórica entre China y Japón, a partir de sucesos que ocurrieron casi un siglo antes, que desencadenaron una serie de procesos históricos y que desembocan, tras la ocupación japonesa de Manchuria en 1931 y su transformación en 1932 en el Estado de Manchukuo, en la invasión japonesa de China en julio de 1937 y el desencadenamiento de la guerra chino-japonesa, que representa el comienzo de la Segunda Guerra Mundial en Asia.
Este conflicto continental asiático se extendió en una vasta hoguera por el Océano Pacífico y, como indican Calvocoressi y Wint, el incendio en Oriente coincidió con el incendio de Hitler en Europa. Las dos configuraciones se fundieron y las dos guerras quedaron convertidas en una. Prácticamente todos los pueblos del Extremo Oriente y del sur de Asia resultaron involucrados en ella.
Si en sus comienzos la guerra mundial se inició en Asia aproximadamente dos años antes que en Europa, el conflicto terminó unos cuatros meses más tarde: el tiempo que se extiende desde la capitulación alemana, en los primeros días de mayo de 1945, y la japonesa, entre fines de agosto y comienzos de septiembre del mismo año.
Hay que señalar dos fases en la situación de Japón al final de la Segunda Guerra Mundial: la primera, entre el 8 de mayo y el 2 de septiembre de 1945, es la del término de la guerra en Asia y la derrota de Japón; la segunda, de septiembre de 1945 hasta abril de 1952, es la de Japón bajo ocupación norteamericana y la política de reformas.
A partir de la firma del tratado de paz de San Francisco, en septiembre de 1951, con Estados Unidos y los aliados y el consiguiente final de la ocupación norteamericana, en abril de 1952, se inicia el nuevo período histórico de Japón como Estado independiente.
El poderío nipón, intacto hasta 1944, se hundió por la acción conjunta de las operaciones aeronavales anglo-americanas en Birmania, las guerrillas populares de Vietnam, Birmania y China, la intervención rusa en Manchuria -prevista en Yalta- y, sobre todo, por la bomba atómica. Ante esta situación Japón capituló en agosto de 1945.
Los aliados precisaron sus objetivos bélicos en las conferencias de Yalta y Potsdam -ambas en 1945-, con la participación soviética; el tratado chino-soviético de agosto de 1945, en vísperas de la rendición japonesa, parecía contribuir a estrechar la cohesión entre los aliados tras la nueva situación creada en Asia con la prevista derrota de Japón.
En este ambiente global de acoso, la capitulación alemana del 8 de mayo de 1945 agravó la situación de Japón al permitir a los aliados trasladar todas sus fuerzas a Extremo Oriente. Según Lequiller, "en estas fechas Japón no tenía ninguna posibilidad de escapar a la derrota".
En el orden bélico-militar, el avance del ejército norteamericano al mando del general MacArthur hacia el archipiélago japonés se intensificó en la primavera de 1945; los japoneses perdieron en marzo la isla de Iwo Jima y en junio la de Okinawa, en el corazón de las islas Ryu-Kyu. Con estas acciones alcanzaban prácticamente el territorio nipón, y desde estas bases podían intensificar los ataques aéreos y preparar un desembarco sobre el propio Japón, incapaz ya, en estas fechas de 1945, de mantener su esfuerzo bélico.
En el plano económico-social, aunque la resistencia japonesa fue heroica y hasta desesperada, las condiciones de la economía nipona no podían hacer frente a la potencia económica norteamericana. Esta, movilizada al máximo, alcanzaba un gran ritmo de producción industrial, muy superior a la industria japonesa, que iba encontrando crecientes dificultades en todos los sectores.
En los transportes y comunicaciones había dificultad en mantener las relaciones entre las diferentes regiones del Imperio y en aportar a la metrópoli los productos alimenticios, el petróleo y las materias primas que eran necesarios; la marina mercante, hostigada por los submarinos norteamericanos, estaba disminuyendo al no ser capaces los astilleros, por otra parte, de compensar las pérdidas, y estas limitaciones e insuficiencias afectaban a toda la economía japonesa.
En el plano político-diplomático, Japón acusaba los efectos de todos estos factores, que, unidos a la derrota de Alemania, e ignorando el compromiso contraído por Stalin en la Conferencia de Yalta (febrero de 1945) de entrar en guerra contra Japón tres meses después de la capitulación de Alemania, llevaron a algunos sectores nipones a pensar -entre mayo y julio, con el Gobierno del almirante S. Kentaro y por medio de la URSS- en la posibilidad de una negociación, frente a la posición intransigente de los militares nacionalistas que controlaban el poder.
En julio de 1945 la Conferencia de Potsdam trató, además de los asuntos alemanes, la cuestión de la guerra en Asia Oriental y elaboró la Proclamación de Potsdam, que, firmada por Estados Unidos, Gran Bretaña y China y dirigida a Japón, pedía la capitulación incondicional de las fuerzas japonesas. Anunciaba que Japón perdería todas sus posesiones exteriores, aunque daba seguridades en cuanto al futuro de la nación; añadía que de no capturar Japón, se exponía a una pronta y total destrucción, velada alusión a los bombardeos atómicos.
El Gobierno japonés no respondió a la Proclamación de Potsdam y los acontecimientos se precipitaron: el 6 de agosto cayó la primera bomba atómica sobre Hiroshima; el 8 del mismo mes la URSS entraba en guerra y las tropas soviéticas penetraban en Manchuria, y el día 9 los americanos lanzaron la segunda bomba atómica sobre Nagasaki. Como señalan P. Calvocoressi y G. Wint, "la historia del modo en que Japón se rindió es dramática, y hoy incluso no ha sido contada más que en parte".
En la noche del 9 al 10 de agosto se celebró una conferencia imperial y, con la intervención personal del emperador, el Gobierno japonés decidió rendirse, a pesar de la oposición de algunos jefes militares, con la única condición de que la institución imperial fuese mantenida; el Gobierno americano dio seguridades en este sentido y el 14 de agosto se tomó la decisión final de capitular, lo que fue anunciado al día siguiente al pueblo por radio a través de un discurso del propio emperador.
Desde este momento y por todas partes se hunde y deshace el Imperio japonés. Las fuerzas japonesas, respetuosas con las instrucciones del emperador, aceptan capitular y se van rindiendo ante los aliados. El 30 de agosto se inicia la llegada de los americanos, y el 2 de septiembre tiene lugar la ceremonia formal de la rendición, abordo del Missouri, en la bahía de Tokio.
Según los términos de la capitulación, los japoneses desde el 15 de agosto sometían sus fuerzas a las órdenes del comandante supremo de las Fuerzas Aliadas en el Pacífico -Supreme Comander of the Allied Forces in the Pacific, o SCAP-, es decir, al general MacArthur, al que correspondía determinar en qué condiciones debía realizarse la capitulación de las tropas japonesas. De acuerdo con estas disposiciones, las fuerzas japonesas que se encontraron en Japón, Corea del Sur -con el límite en el paralelo 38°-, Filipinas y archipiélagos del Pacífico debían rendirse a los americanos; las que se encontraran en Asia del Sureste -y especialmente en el sur de Indochina hasta el paralelo 16°-, a los británicos; las que se encontraran en Manchuria, Corea del Norte y Sakhalin, a los soviéticos, y las que se encontraran en China -con la excepción de Manchuria-, Formosa y el norte de Indochina, a los chinos de Chiang Kai-chek.
Para Tiedemann, "la ocupación de Japón fue, desde el principio hasta el fin, una operación norteamericana". Al comienzo de esta nueva situación, Stalin pretendió que un general soviético compartiese la responsabilidad del mando, pero ya en el mismo agosto de 1945 estuvo de acuerdo en el nombramiento de MacArthur como comandante supremo de las potencias aliadas.
Algo después, en la conferencia de ministros de Asuntos Exteriores de los "tres grandes" celebrada en Moscú en diciembre de 1.945, se tomó la decisión de establecer una comisión del Extremo Oriente integrada por once países y un consejo de cuatro potencias aliadas para Japón. La primera, con sede en Washington, tenía poderes sobre la política del comandante supremo, y el consejo aliado, integrado por Estados Unidos, URSS, Gran Bretaña y China, tenía su sede en Tokio y era un organismo consultivo. Junto al SCAP constituyen los principales organismos creados fundamentalmente por Estados Unidos para dirigir los asuntos japoneses.
La política de ocupación se desarrolló de acuerdo con el contenido de los documentos: Politica inicial norteamericana posrendición de Japón, del 29 de agosto de 1945, y las Directrices básicas iniciales posrendición, del 8 de noviembre del mismo año. En este documento se recogía como objetivo fundamental de la ocupación "el fomento de condiciones que ofrezcan la mayor seguridad de que Japón no se convertirá de nuevo en una amenaza para la paz y seguridad del mundo, y permitan su admisión eventual como miembro pacífico y responsable en la familia de las naciones. Era de desear que el Gobierno japonés estuviera de acuerdo, en todo lo posible, con los principios del Gobierno democrático autonómico".
También se tomó la decisión de que el comandante supremo no impondría su autoridad directamente sobre el pueblo japonés, sino que se conservaría un Gobierno japonés, actuando a través del mismo.
Esta política de ocupación debía aplicarse sobre un país no sólo derrotado, sino arruinado y casi destruido. La guerra había ocasionado a Japón un millón y medio de militares muertos, 688.000 víctimas civiles y la muerte de 78.150 personas en Hiroshima y de 23.750 en Nagasaki; quedó destruido el 30 por 100 de las centrales térmicas, el 58 por 100 de las refinerías, el 40 por 100 de las ciudades, el 30 por 100 de las fábricas y el 80 por 100 de la marina.
Japón perdió también sus posesiones imperiales. Su soberanía se limitó al territorio nacional, reducido a las cuatro islas principales de Hokkaido, Honshu, Ryu-Kyu, Kuriles, Sakhalin, islas del Pacífico y los territorios ocupados de China oriental.
En estos territorios se iban a producir dos casos de anexiones por los aliados: la URSS ocupó en febrero de 1946 el sur de Sakhalin y el archipiélago de las Kuriles, y Estados Unidos estableció su administración sobre las islas de Okinawa y de Osagawara, y las islas japonesas del Pacífico.
Esta liquidación del imperialismo japonés implica, con las pérdidas territoriales, también la de productos alimenticios, industriales y minerales, así como la repatriación de los japoneses allí establecidos al archipiélago, ahora reducido a 368.480 Km2.
A partir de la estructura instaurada por los organismos antes citados, entre los que destaca el SCAP, y sobre la difícil situación existente, se inicia la política de ocupación por los norteamericanos, orientada a la transformación completa de Japón. Se trata de hacer desaparecer el Japón autoritario y militarista, y sustituirlo por uno nuevo occidentalizado y democrático-capitalista.
La realización de esta política de ocupación se desplegó entre 1945 y 1952, evolucionando Japón en función de la política norteamericana,
A lo largo de este período pueden señalarse tres etapas, en las que se van estableciendo las reformas que han de cubrir los objetivos propuestos de transformación del país.
En la primera, de 1945 a 1947, Estados Unidos procura liquidar el sistema antiguo y poner las bases de la transformación de Japón en un Estado de tipo democrático; en la segunda, de 1948 a 1950, tras un giro en su actuación política en el momento de transición de 1947-48, Norteamérica contribuye a la reconstrucción de la economía japonesa, y la tercera, entre 1951 y 1952, por una serie de factores entre los que se encuentra el conflicto coreano, Estados Unidos devuelve a Japón su independencia política y económica, se firma el tratado de paz y se pone fin a la ocupación.
Una de las primeras tareas del SCAP fue la liquidación del Japón militarista; se suprimieron los ministerios del Ejército y la Marina y fueron licenciadas todas sus tropas, muchas tras ser repatriadas, al mismo tiempo que el material de guerra era confiscado y destruido. Se destruye igualmente la aviación, y se cerraron las fábricas productoras de material bélico. También fueron separados de la vida pública los dirigentes de la época militarista y se procesó a los criminales de guerra; en enero de 1946 el comandante supremo estableció un tribunal militar especial que llevó adelante el proceso de Tokio.
Equivalente al de Nuremberg, este proceso duró hasta noviembre de 1948 y juzgó a 28 dirigentes japoneses, de los que siete fueron condenados a muerte, entre ellos el ex primer ministro Tojo. Además de ese juicio principal se realizaron otros a japoneses considerados responsables de crímenes ordinarios contra las leyes y costumbres de la guerra. Se declaró culpables a 4.200 japoneses y se ejecutó a 700. Los juicios terminaron en octubre de 1949.
Al mismo tiempo se dictaron disposiciones para construir un nuevo Japón democrático y occidentalizado. Esto implicó reformas políticas, sociales y económicas que afectaron a la totalidad de los sectores y actividades de la vida japonesa.
Las medidas políticas fueron básicamente de democratización. Los americanos se dedicaron a introducir en Japón la democracia al estilo occidental. En el momento de capitular, los japoneses habían pedido, como única garantía, el mantenimiento de la institución imperial. El Gobierno americano aceptó, precisando que el emperador mismo sería sometido a la autoridad del SCAP, y que la forma definitiva del Gobierno debería establecerla "la voluntad libremente expresada del pueblo japonés". MacArthur se convertía así, prácticamente, en dueño absoluto de Japón, aunque sometido a la autoridad del presidente norteamericano.